jueves, 29 de mayo de 2008

El pensar es un deporte?

No entiendo muy bien que hace en la sección de deportes uno de los juegos mentales más complicados que me es muy difícil comprender, el ajedrez.
Será quizá, que pensando quemamos tantas calorías como entrenando?
O puede ser que siempre que pensamos se activa nuestro metabolismo y expulsamos lípidos.
Sí, soy otro de los tantos que asocia el desgaste físico a algo deportivo y no a un mero, aunque complicado, juego de mesa; Es más, estoy casi seguro que después de haber terminado una partida de truco sigo teniendo la misma panza que antes por más que juegue todos los días a la misma hora durante un año.
Después de haber hecho la prueba por varios meses he llegado a la conclusión que el desgaste mental no es un deporte, es más que eso, es un placer rebuscado que lo encontramos gracias a las cosas que nos faltan, como el afecto de una hermosa mujer por ejemplo.
Ése “placer rebuscado” muchas veces puede derivar en esos juegos tan difíciles, o en otros de entretenimientos como palabras cruzadas, sopa de letras, crucigramas, Playstation y un sin fin de ejemplos, como también regocijarse con la lectura.
Es a partir de éste último ejercicio visual /mental que puedo comprender la asociación que algunos hacen de la mente y desgaste físico, porque cada año realizo ambos, al mismo tiempo y termino muy cansado, gasto calorías, y disfruto de buena lectura si es que encuentro lo que busco.
La feria del libro es un buen ejemplo, sus amplias instalaciones nos permiten recorrer esquivando la gran multitud integrada por niños, jóvenes, adultos y personas mayores de edad, que al igual que uno miran, observan y trotan entre stand y stand pensando que libro pueden comprar, o en que salón deben meterse para disfrutar de las charlas que ofrece ésta gran maratón de hojas de papel.
Ya inmiscuidos en la “selva del libro”, y permítanme éste término porque una vez más el ego porteño nos hace creer que estamos en una zona aislada del mundo de los gritos, los bocinazos y las grandes máquinas de cuatro ruedas, pero dentro nos damos cuenta que la tensión por elegir entre tal o cual libro y esa sensación de soledad que el individualismo trae de la mano, nos recuerda que por más mugidos de vacas que se escuche alrededor y olor a bosta que se huela en el ambiente de la rural de Palermo, estamos en una de las zonas más transitadas y narcisistas de la capital.
La gran cantidad de libros, no de opciones, que nos brinda éstas instalaciones que cada vez pertenecen más a los matutinos diarios de mayor tirada, es una muestra más que por más buen poder de elección que tengamos, nos perdemos entre tanto dato, entre tanta información que nos ofrece éste gran mercado. Es ahí cuando contaminados con tantos títulos (pero no autores), no sentamos en una de esas mesitas que el solo ocuparla obliga a la compra de un rico café, con algo para comer que cuesta aproximadamente lo mismo que uno de esos libros.
Continuando con el término “selva del libro” que tranquilamente se la podría llamar así dado que entre animalito y animalito que uno advierte en esas tapas duras, vemos que algunos ya imprimieron su quintuagésima octava edición, aunque no estén entre nosotros, congelando las ideas e historias de sangre joven, no nos tenemos que olvidar que en ese lugar se apareó la raza “hijisdeputus” en cada golpe de estado y que hoy en día se escuchan gemidos de placer de grandes bestias que se emparejan en búsqueda de una nueva raza similar por esos largos y anchos salones.
Por eso la premisa que en principio me resultaba falsa creo que no lo es, si el pensar está asociado al desgaste mental y físico que uno realiza cada año en la gran carrera de la “selva del libro” tengo que reconocer que el tablero de la reina y los peones es una gran deporte, de mucho menor riesgo, pero deporte al fin.
Martin Suárez

1 comentario:

Unknown dijo...

entre de casualidad a tu pagina y lei todo, me encanta como escribis, sinpalabras tus razonamientos, todo, te felicito.